El Corán sostiene que Jesús nació de María (مريم, Maryam) a través de una concepción virginal, un milagro ordenado por Dios (Alá). Para apoyar su ministerio entre los judíos, Jesús recibió el don de realizar milagros, como curar a los ciegos y resucitar a los muertos, actos que fueron posibles gracias a la gracia divina y no a su propio poder.
Según la sura IV, Jesús no fue realmente crucificado; en su lugar, una ilusión engañó a quienes intentaron ejecutarlo. De acuerdo con la tradición musulmana, Jesús ascendió al cielo en cuerpo y alma, estando aún vivo.
Dentro de las creencias islámicas, se espera que Jesús regrese a la Tierra cuando se acerque el Juicio Final para restaurar la justicia y vencer al falso mesías (Masih ad-Dajjal), conocido también como el Anticristo.
Al igual que los demás profetas en el islam, Jesús es considerado un musulmán, es decir, alguien que se sometió a la voluntad de Dios, ya que enseñó a sus seguidores a seguir el “buen camino” trazado por Dios.
El islam rechaza la visión cristiana de que Jesús sea la encarnación de Dios, su hijo, o que haya sido crucificado, resucitado, o que su muerte expiara los pecados de la humanidad. Según el Corán, Jesús nunca afirmó tales cosas y, en el Juicio Final, negará haber proclamado alguna vez una naturaleza divina, siendo absuelto por Dios.
El Corán subraya que Jesús fue un ser humano mortal que, como otros profetas, fue elegido por Dios para difundir su mensaje.