El colectivo, el grupo (el mundo, la humanidad) será muy importante y lo individual se nutrirá de lo que el grupo aporte.
El desarrollo del propósito individual seguirá siendo crucial, pero dentro de una sociedad de aportación, menos competitiva.
La solidaridad, lo común, el compartir, será la normalidad. El bienestar común será primordial para que cada uno pueda desarrollarse individualmente.
Los líderes tal y como los conocemos quedarán obsoletos.
El liderazgo será compartido, el grupo mandará y no personas aisladas.
El poder, el dinero, el conocimiento y las tecnologías serán de uso común y abierto.
Todo ello dejará de ser gestionado por unos pocos.
Dejaremos de ‘sufrir’, como concepto transmitido en nuestra educación, para hacer las cosas desde la gracia y la complacencia. Trabajo, propósito y disfrute de la vida tenderán a ir unidos.
El grupo será el líder. Las comunidades serán las gestoras, el individualismo camuflado de servicio tocará a su fin progresivamente. El Cristo, tal y como lo conocemos, no estará representado por una persona, sino por un grupo, una comunidad.
El conocimiento oculto, las ciencias, la tecnología, estará a disposición de las comunidades. Lo que es de la humanidad será disfrutado por la humanidad.
Control y experimentación de la mente, del cuerpo mental: signo de aire.