Tal y como se describe en su web: Mi nombre es Maria Mercè, y soy una persona normal. No nací diferente a los demás. No creía poseer ningún don especial, hasta que decidí comprobarlo.
Aunque crecí dentro de una familia religiosa, abandoné el camino de la espiritualidad durante mi adolescencia, desarrollando una mirada mucho más científica hacia la vida y sus procesos. Esta mirada no me hizo bien, cada vez me sentía más atrapada en el producir y en satisfacer a una sociedad que parecía no aceptarme tal y como era. No estaba en paz ni encontraba la felicidad. Pero no fue hasta la muerte de mi madre, a mis 23 años, cuando me di cuenta de que mi vida estaba mal enfocada y que debía expandir mi mirada. Por lo menos, renunciar a lo que no era yo misma.
Así que de un día para el otro abandoné mi carrera en un doctorado en gestión del medio marino y me dediqué a ser madre de mi primera hija. Mi vida dio un gran giro. Estaba sin rumbo, es cierto, pero por fin me sentía honesta conmigo misma: mi alma empezaba a ser libre y la sociedad y sus criterios dejaban, poco a poco, de tener un peso aplastante en mí.
La maternidad es una gran sanadora, y así como mi primer embarazo me ayudó a soltar lo que no era, mi segundo embarazo despertó en mí una gran necesidad de reencontrarme con mi madre desde una mirada espiritual. Así que, sin saber que esto me cambiaria la vida, decidí ir a ver a una canalizadora profesional que podía comunicarse con los seres de la otra realidad. ¡Y por supuesto me reencontré con mi madre! Pude sentirla tan cerca.. y su amor me envolvió como si el tiempo no hubiera pasado.
Todas mis creencias y fundamentos en la vida se derrumbaron, pero que me importaba si la alternativa expandía tanto mi corazón. Nada era como me habían contado. Y eso abría mi curiosidad, mi libertad de explorar por mi misma y mi sensación de paz por entenderme en el camino.
Antes de irme, la mujer me dijo: todas las personas somos capaces de canalizar.